La
gente sencilla, sin títulos y teorías sobre la interpretación de la Sagrada
Escritura nos evangelizan con su testimonio de vida y con la hermenéutica que
ellos mismo hacen de la Biblia. Hace unos meses, Dios me permitió compartir con
la comunidad de la parroquia de San Vicente de Paúl en la zona del Caribona -
Sur de Bolivar. Esta comunidad, como muchas otras de nuestro país, sufren por
las inclemencias del tiempo y por la barbarie de las personas. Es una comunidad
donde el acceso no es fácil, su único medio de comunicación es el río, que por
cierto, cuando el invierno es infernal, los inunda, o cuando el verano es muy
largo, el río se seca y no hay modos de tener acceso fácil a los víveres de
primera necesidad.
A
partir de una experiencia que realicé con esta comunidad de lectura de la
Palabra de Dios, donde les hacía ver la desolación, el miedo y los sufrimientos
por los que habían pasado el pueblo de Israel cuando fueron exiliados por el
rey Nabuconodosor, y a la vez la compañía de Dios en este camino, ellos
comenzaron a relatarme su historia identificándose con el pueblo de Israel.
“Nosotros
somos ese pueblo de Israel, pues hace unos años vivimos lo mismo que vivió
aquel pueblo, nosotros también hemos tenido reyes como los de Babilonia, han
sido los grupos armados ilegales, hemos tenido la experiencia del dolor cuando
estos grupos han entrado a nuestro pueblo y nos ha reunido en el parque y
frente a nosotros nos han matado a nuestros hijos, a nuestros padres y
hermanos, hemos vivido la desolación cuando alguno de esos grupos vinieron y
quemaron nuestras casas, hemos vivido el miedo cuando escuchábamos un ruido de una
chalupa que se acercaba porque creíamos que venían a quitarnos la vida. Algunos
de nosotros fuimos secuestrados por alguno de estos grupos, otros (los que
tenían algunos medios) decidieron huir para tratar de salvar la vida en otro
lugar, pero los que no teníamos nada, los más pobres, nos tocó quedarnos aquí”.
Yo
guardaba silencio y ellos seguían relatando su historia y haciendo teología
desde la vida. “Nosotros no teníamos nadie que nos guiara espiritualmente,
alguien que nos consolara, pues no había sacerdote en toda la región. Cuando
podíamos íbamos a al templo y le pedíamos a Dios que escuchara nuestro clamor y
viera nuestro sufrimiento.
Para
tratar de salvarnos nos escondimos en una pequeña isla, pero el alimento se nos
acabó, solo teníamos sal, pero Dios se acordó de nosotros, él no nos abandonó.
El río, que a veces nos inunda, se puso más cristalino que de costumbre, luego
vino una gran cantidad de peces de todos los colores y tamaños que alegraron
nuestra vida, no solo porque esto era un espectáculo, sino porque era el maná
que Dios nos daba”.
Jamás
había escuchado una definición tan concreta y tan diciente del Maná y no salió
de un experto en biblia, sino de unos campesinos que no tienen teorías para
interpretar la biblia, pero si una experiencia de fe.
Hoy
solo me queda agradecer a Dios por haberme permitido tener esta experiencia de
fe e implorar a cada uno de ustedes que elevemos una oración por esta comunidad,
y por muchas más que como esta, viven experiencias similares, para que su fe no
se apague y sus plegarias sean escuchadas por el Dios liberador y
misericordioso.
P.
José Crisanto Alfonso, CM.